Un nuevo estudio revela que la contaminación por plástico en el Antártico es cinco veces peor de lo contado
Somos conocedores de “las
sopas de plástico” que hay en el océano
Pacífico, e incluso de la polución existente en el océano Ártico. Sin embargo, los científicos
pensaban que el Antártico estaba
relativamente libre de este particular tipo de contaminación. La realización de
un estudio reciente por parte de la Universidad
de Hull (Reino Unido), la Universidad
Científica del Sur (Perú) y el British Antarctic Survey (BAS) ha
desmentido completamente esta hipótesis. Los investigadores han descubierto que
los niveles de microplásticos en esa
área son mucho mayores a los esperados.
La cantidad de microplásticos en el océano Antártico es cinco
veces mayor a la prevista, según el equipo de investigación internacional que
ha llevado a cabo el estudio. Los microplásticos
se definen como partículas minúsculas
(inferiores a los 5 milímetros de diámetro) que se encuentran en productos de higiene personal como
pastas de dientes o jabones y que también provienen de las fibras de la ropa o de la degradación
de residuos de plástico más grandes.
Los científicos encontraron residuos de plástico alrededor
del continente antártico y del océano Meridional, que mide 20 millones de kilómetros cuadrados. Estiman
que más de 500 kg de partículas de
microplástico provenientes de productos de cuidado personal y más de 25,5 billones de fibras de ropa entran
en el océano cada década a causa del turismo,
la pesca y las actividades científicas de investigación. Estas cantidades podrían
ser fácilmente absorbidas por el océano si se escamparan de forma igual en el
agua. No obstante, los científicos están preocupados de que el plástico se acumule en varios puntos
calientes de contaminación, causando problemas significativos a escala local.
Los académicos barajan la opción de que el plástico
originado fuera del área se esté movilizando debido a la corriente circumpolar antártica, que fluye de oeste a este
alrededor del continente. Anteriormente, a causa de la falta de datos, no se
había tenido en consideración el enorme potencial de esta corriente.
Actualmente se estima que es la corriente más intensa del océano global. Esta
aseveración pone en relieve la extensión
de la contaminación por plástico en los océanos a nivel global: se calcula
que una media de 8 millones de toneladas
de este residuo entra cada año en nuestras aguas. Cabe destacar que, del
total de plástico que sí acaba entrando en las cadenas de basura, tan sólo el 29,7% del plástico acaba
siendo reciclado.
La científica Catherine Waller, de la Universidad de Hull,
autora líder del estudio difundido este año en la publicación Science of the Total Environment, dijo
que el ecosistema del Antártico es muy frágil y que se pensaba que el área estaba aislada. Uno de los
mayores perjuicios que supone este problema para el medio ambiente es el posible consumo de estos microplásticos por parte de la fauna. La población de krils
-conocidos también como camarones antárticos- estaría ingiriendo estas
sustancias y, a su vez, éstos serían devorados por animales mamíferos marinos
más grandes, como las ballenas. Las consecuencias de esta afección en toda la
cadena alimentaria todavía estarían por explorar.
La coautora Claire Waluda, del British Antarctic Survey,
dijo en una declaración: “Hemos monitorizado la presencia de grandes objetos de
plástico en el Antártico por más de 30 años. Aunque sabemos que los residuos de
plástico más grandes pueden ser ingeridos por aves marinas o causar enredos en
las focas, los efectos de los microplásticos
en los animales marinos en el océano
Antártico son aún desconocidos.” Los responsables del estudio iniciarán una
campaña para pedir una coordinación internacional para la urgente monitorización
de los residuos de plástico en todo el Antártico. Esto será en el Antarctic Treaty Consultative Meeting del próximo año 2018.
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